31 agosto 14
–No le negaré que me molesta un poco el que no se haya enamorado usted de mí… ¡Ah, ah! le digo todo lo que me pasa por la cabeza.
–Las once –murmuré.
Se calló bruscamente, cesó de reír y se puso a contar los tañidos de la campaña que vibraba en el cercano campanario.
Las noches blancas, Dostoievski
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