Leído 11 julio 13
Lucky no contestó. Dejó que su muñeca contara la historia. La piel que recubría la superficie interior de su muñeca parecía simplemente piel, pero años atrás había sido tratada con hormonas de forma extremadamente complicada. Respondiendo nada más que a un disciplinado esfuerzo de voluntad de Lucky, una mancha ovalada de la muñeca se oscureció y fue volviéndose negra. En su interior, diminutas partículas amarillas formaban el conocido dibujo de la Osa Mayor y Orión.
Panner se quedó sin aliento, como si todo rastro de aire se hubiera retirado de sus pulmones. Pocos seres humanos tenían la ocasión de ver este signo del Consejo, pero desde su más tierna edad sabían lo que era… la identificación terminante e imposible de falsificar de un consejero de la ciencia.
Lucky Starr. Las lunas de Júpiter, Isaac Asimov
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