Leído entre octubre y diciembre 13
En el camino se encontró a dos soldados cargando un muchacho herido en la frente. Un fino proyectil le había abierto un ojal redondo, por donde el cuerpo no tardaría en abotonarse con la muerte. Con los ojos cerrados, el herido movía de un lado a otro la cabeza, y sin quejarse, iba sonriendo, como si tuviera ante sí un espectáculo de maravilla.
¡Vámonos con Pancho Villa!, Rafael F. Muñoz
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