Leído 27 abril 13
Durante este tiempo reinó a bordo del negrero un silencio de muerte; ni una cabeza se asomó a sus postes, y el marinero de observación continuó tranquilamente su trabajo; esto no obstante, Wilder observó en el buque un movimiento casi imperceptible, semejante al de una ballena adormecida, y mediante el cual presentaba siempre el flanco a la Real Carolina, que se retiraba. Las amenazadoras bocas de sus cañones no cesaban de estar dirigidas contra la embarcación mercante, como los ojos de un tigre que acechan a su víctima; y, mientras ambos buques se hallaron próximos uno a otro, los puentes de la Real Carolina pudieron ser barridos a cada momento por una descarga de la batería del Delfín.
El Pirata Rojo, Fenimore Cooper
No hay comentarios:
Publicar un comentario